el que me refresca con mi abanico
color azafrán
y me acerca las ramas del magnolio
para que huela el perfume de la primera flor
que se abre como un pequeño lecho
almidonado
quiero volver a almorzar con el chico del spa
él prepara café
y yo le hago comer doradas plateadas
partimos las nueces y salamos los pepinos
se nos endulza la boca hablando
de frutillas y duraznos
y llega la hora
en que sale a relucir
esa estrella que vigila nuestros escasos pasos
sobre las baldosas de balneario
quiero volver a tocar la piel del chico del spa
allí donde es más fina,
bajo el cierre relámpago.